Aleja los colapsos de tu vida, aumenta tu energía

Aunque parezca poco lógico y hasta un tanto loco, cuando estoy arriba con los brazos estirados no me invade la fatiga –Todo lo contrario– empiezo a sentir un alivio que me llena de fuerza y me invita a desafiar (junto a mi silla y en contra de la mayoría) a la gravedad pero más temprano que tarde, su crueldad se hace notar.

Lo que sí fue realmente aterrador

Al bajar de mi carro como cualquier día, cansado pero no exhausto, sudado y muy motivado –No recuerdo exactamente la razón y no tiene gran importancia– pude escuchar el crepitar más horroroso que mi mente pueda recordar. pero sí el que tiene la exclusividad de suceder con mi conciencia aún en pie, con la certeza que lo que escuchaba me transformaba y aunque no sentía el dolor, sabía que me consumía.

Colapso y fatiga

La ciencia de los materiales lo tiene muy claro y estudiado. Para mí, seguramente la manera más sencilla de entender esta realidad se aproxima a las estructuras arquitectónicas, no en vano ha sido mi profesión hasta que llegó el sacudón a mi vida. Una piscina llena de agua en lo alto de una gran torre de oficinas complicaría mucho más a la estructura que la soporta (durante un sismo) que algo que tuviese el mismo peso pero se mantuviese estático. Las fracturas por fatiga suceden más fácilmente bajo cargas dinámicas y cíclicas que por sobre las cargas estáticas.

Mi fémur derecho se quebró porque durante mucho tiempo le exigí más de lo que le daba, por supuesto nunca me lo reclamó, siempre se mantuvo atento y silencioso a lo que yo hacía con una nobleza que resaltaba su nobleza. Diferentes movimientos (todos guiados con mis manos), distintas posiciones, muchas condiciones, una y otra vez, año tras año, abonaron el camino para que una simple transferencia de mi carro a mi silla, la misma que he realizado con éxito (8X7X4X12X12) más de 30K veces fuese suficiente para cambiar nuevamente mi vida.

Lo emocional

Para no ir mucho más allá y aclarar mi posición desde un principio puedo afirmar con miles de voces de experiencias que refuerzan todas mis vivencias…

Siempre será menos doloroso corregir rumbos que rehacer los pedazos que emergen de las cenizas, luego de cualquier inesperado derrumbe.

Perdí el conocimiento, sentado como siempre o casi siempre durante los últimos 12 años de mi vida. Todavía ignoraba lo que sucedía o al menos con el detalle que confiere la imagenología; aunque para ese momento Luisa y los que por medios digitales me oían, ya lo sabían. Mi fémur se había fracturado, una emergencia médica que merma su dolor con morfina. En mi caso, nada sentía pero todo me destruía. La ansiedad que tanto había analizado y compartido en los últimos días por todas mis herramientas de comunicación digital me desafiaba y me colocaba en un paredón donde me decía “Mucho hablaste sobre mí, ahora te toca a ti sentirme, temerme y ver que haces conmigo porque yo contigo, me quedo. Su voz me atormentaba y me trasladaba a pensamientos muy lejanos de la calma y tranquilidad que requería para estabilizar, para actuar y progresivamente, para mejorar.

Balances parciales

Aún cuando la crisis esté en pleno desarrollo. Es imperante detenerse y autodistanciarse del sufrimiento, de cualquier evento que no permita analizar racionalmente lo que pasó, lo que se erró y por supuesto, lo que se logró. Formular esa ecuación es esencial para comprender de una manera útil y honesta, el desempeño que hemos tenido y lo que es mucho más importante aún, el aporte que hace en la vida de cualquiera, lo que haya pasado. Dicho de otra manera…

Todo evento por traumático y complicado que parezca, tiene el potencial de proporcionar un balance positivo en la vida de cualquiera

4 importantes consideraciones

  • La oportunidad del momento: los balances parciales son imprescindibles para lograr mejores resultados totales. No es sano, ni conveniente esperar a que todo este resuelto para comenzar a analizar.
  • El foco es en lo que pasó y en lo que sucede: para que los indicadores parciales puedan afectar positivamente los resultados totales, se requiere dejar de analizar lo que va a pasar, para colocar todas las herramientas personales en lo que se hizo y en lo que se hace. Con la comprensión de esos dos tiempos, se podrá planificar los próximos pasos para construir lo necesario para que el balance sea positivo.
  • El control de la ansiedad: esa emoción, descontrolada y activada por todo lo acontecido para nada ayuda a establecer buenos caminos. Además, la tranquilidad con que se asuma las reflexiones, incidirá proporcionalmente con la contundencia positiva de las nuevas acciones.
  • Admitir al sufrimiento: entender que es parte del crecimiento, los balances parciales no tendrán su esperado efecto si no separa el dolor de todo lo que se pueda aprender y por ende, crecer. En ese instante, en ese microsegundo que dura para siempre, es cuando las palabras de autoayuda o de crecimiento personal que tanto se escuchan y en ciertos momentos se evitan, comienzan a tener un nuevo y sorprendente valor… ¿Por qué? Se empieza a entender; a partir de lo que se intuye y se siente que –El dolor no deja de existir, por supuesto que sigue presente pero textualmente pasa de ser un protagonista que acapara todos los titulares, a cumplir un nuevo rol de simple acompañante que observa distante–

El enemigo de la angustia

Siempre las emociones que no podemos controlar se enquistan en nuestras vidas convirtiéndose en silenciosos y corrosivos enemigos. De hecho, a medida que toman posesión de nuestra capacidad de decisión lucen obtener inmediatamente un rango superior que las colocan a otro nivel el cual, no podemos acceder –Se transforman de compañeras a quienes conducen el volante de nuestra vida–

Llegar ahí es fácil, lo complicado es salir

Ahora bien, hay tantas situaciones que impactan constantemente la vida de cualquiera (con control o sin control de ellas) que en la mayoría de los casos la angustia, la ansiedad o el terror hacen su aparición empeorando la situación. Sin ser demasiado pesimista, es una realidad que cuando estas emociones perturbadoras aparecen como reflejos instantáneos y arraigados a nuestras estructuras más básicas de supervivencia, esas que nos unen directamente con nuestros primos lejanos, los que habitaban las cavernas: en ese momento, en ese instante cuando se comienza a perder el control, inmediatamente se inicia el fortalecimiento (opuesto a lo ideal) que hace cada vez mayor, el poder de todo eso que disminuye las posibilidades de estabilizar y mejorar.

En apnea a muchos metros de profundidad

En el agujero azul de Dabah a todos les pasa, por supuesto no es una exclusividad de ese lugar, sucede en cualquier sitio donde los bípedos que tienen la capacidad de razonar se empujan a desafiar a la suprema evolución de las especies y se adentran a lo profundo del mar sin parapetos que le permitan respirar, acción natural para casi todos los habitantes del reino submarino. La realidad es que cuando esas mentes muy bien preparadas deciden retar a las limitaciones humanas y descienden decenas de metros sin respirar. Más temprano que tarde, les llega el momento cuando se disponen a ascender, ahí, no que más aire para lograr el anhelado punto donde los brazos y las manos se convierten en grandes aletas que expulsan al cuerpo, burbujeando un aro alrededor de esa alma que volvió a respirar. Para sentir la libertad del aire, para salvar los eternos instantes que separan esa oscura profundidad de la cota 0 sobre el nivel del mar, estos astronautas del mar requieren algo que siempre va ayudar a solventar cualquier crisis, en cualquier otro lugar, a toda persona que requiera crear opciones que luego pueda convertir en soluciones. Los apneistas no usan todas sus fuerzas y recursos para subir ansiosa y frenéticamente, nada más lejano a lo necesario, hacen todo lo contrario, invaden su cuerpo y sobre todo su mente de una calma imprescindible para hacer lo que saben y producir lo que necesitan.

La clave de la energía vital

Puede parecer un poco trivial pero es imposible tener buenos niveles de vigor que representen una excelente carta de presentación para cualquier tipo de colapso, de derrumbe o de eventualidad en la vida –Sin distinguir edad, sexo o cualquier otro tipo de condición– si se invierten grandes cantidades de recursos emocionales en únicamente luchar con la eterna compañera de nuestras preocupaciones, la ansiedad. Es una realidad siempre va a estar, además se puede anticipar que va a aparecer en todos esos momentos que no se le quiere ni ver. Partiendo de esa verdad, destinar instrumentos personales (paciencia, confianza, fe, perseverancia, creatividad) para resolver lo que no se quiere, es la mejor manera de extinguir y malgastar lo que se tiene. El autocontrol que abunda en la mente de los apneistas es imprescindible para aprovechar su energía. Ya lo decía Freud, el motor que mueve al hombre es que querer hacer la cosas, luego Adler agregaba, lo que empuja a la raza humana es el saber que puede, su capacidad de superación y más recientemente, el trascendental Viktor Frankl deja claro con su propia experiencia de vida y su soporte científico, siempre hay en el ser humano una capacidad de no solo encontrar sentido “a lo que es sino también “a lo que puede llegar a ser.

Al sentir que se comienza a perder el control de todo, es buena idea calmar y soltar lo que verdaderamente no se puede controlar, para que con el espacio resultante, se asuma el control, de todo lo que si es factible manejar.

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