La luz del brillante sol comenzaba a hacerse notar con mayor intensidad, mientras atravesaba los metros que aún nos separaban de la superficie con un fabuloso despliegue de rayos que le daban a nuestra parada dinámica de seguridad, un carácter de gran majestuosidad.
Aunque podía intuir que habíamos realizado gran parte o todo nuestro objetivo de esa inolvidable mañana del mes de febrero… #RecorrerElFarallón Igualmente me preguntaba. ¿Y si salimos a la superficie en el Farallón Centinela en este momento?
¿Dónde estaremos?
¿Habremos logrado recorrerlo en su totalidad y podremos salir a la superficie en un lugar que nos brinde suficiente seguridad?
El aire se acaba
El impacto que causó en mí, las clases de apnea que recibí hace pocos años con mi querida y admirada amiga Iru Balic, reconocida apneista venezolana de trascendencia mundial, me hacían eco en esos momentos cuando sabía que las reservas de aire de mi tanque, estaban llegando a niveles críticos.
No porque fuese ha aguantar respiración sino por las técnicas de control mental que ella tanto nos inculcó.
Con el tiempo esas herramientas aprendidas para la apnea las he ido incorporado ampliamente en cualquier cantidad de situaciones cotidianas de mi vida. Entendiendo cada vez más, lo imprescindible que es el control de nuestra mente para estabilizar situaciones de gran tensión.
Mantener la respiración bajo el agua con el equipo de buceo puede ser una de la más peligrosas contraindicaciones del buceo deportivo. Realmente lo que venía a mi mente mientras braceaba eran mis recuerdos y mis esfuerzos por controlar mi ansiedad durante mis prácticas de apnea. El cerebro me pedía respirar pero yo sabía que aún podía aguantar. Iru nos explicaba que la manera de poder permanecer más tiempo bajo el agua siempre estaría soportada por la calma con la que administráramos nuestras emociones.
Contrariamente a lo que pensaba, nadar más rápido cuando hace falta respirar no va a ayudar a que logremos más tiempo aguantar. Justamente, era ahí donde estaba orientando mis energías y mis recursos emocionales, en bracear más concentrado y relajado, muy lejos de estar tenso y apurado, de esta manera podría rendir mucho mejor el aire que me quedaba.
Cuando salimos a la superficie en el Farallón
Aún cuando el nivel de aire ejercía una definitiva, innegable y contundente indicación, mi concentración se incrementaba mientras se alejaba cualquier rastro de desesperación.
Sin embargo, si aún estaba bajo el agua, sin lograr ver por delante de mí algún indicador que me dijera que habíamos llegado. Si conocía muy bien las complicaciones que podían existir desde el punto de vista de nuestra seguridad e integridad, si nos dijéramos en mal momento… “salimos a la superficie en el Farallón“ haciéndolo fuera del radio de visión de nuestra lancha de apoyo. Con el peligro real de ser arrastrados por la corriente y en pocos minutos estar perdidos en una situación que nos dejaría muy comprometidos. Aún con todas esas consideraciones, me sentía bastante tranquilo porque sabía que llevábamos un gran trayecto logrado, sabía que habíamos sorteado las zonas de gran corriente en contra y principalmente porque estaba muy consiente que el trabajo de integración del equipo había funcionado excepcionalmente. Nos lideraba un gran capitán submarino quien siempre indicó la dirección de nuestra expedición. Sabía que si mi aire bajaba aún más de esos niveles críticos, podría respirar del tanque de Humberto, ya teníamos ese escenario preparado como plan de contingencia.
Así que lo mejor que podía hacer era nadar coordinadamente, verificar mi buena flotabilidad, aprovechar las ráfagas de corriente que aún trabajaban a nuestro favor y confiar en los experimentados aventureros que se habían propuesto formar parte de este inédito desafío en el país, utilizando las legendarias y exigentes corrientes del Farallón Centinela para confrontar los limites físicos con los límites mentales a través de la integración de herramientas de equipo.
Sin reconocer el lugar
Finalmente mi cabeza salió del agua. Sin la necesidad de respirar del tanque de Humberto y con una gran emoción mezclada con mucha tensión, veía a mi alrededor totalmente desconcertado.
No lograba divisar claramente la distancia que nos separaba a nuestra embarcación. Sin embargo, parecía que ella si nos tenía bien ubicados a nosotros. Las olas nos movían con mucha fuerza y constancia, hacia arriba y hacia abajo. Aún no podía tener conciencia si nos separaban del Farallón o nos acercaban, ninguna de las dos situaciones debía suceder por mucho tiempo. Paralelamente, intentaba describir donde estaba… ¿En que lugar del Farallón Centinela habíamos salido a la superficie?
Por supuesto, necesitaba saber si… lo habíamos logrado o no.
Humberto en superficie conmigo y Julio con Gerardo bajo el agua aún. Fueron instantes muy confusos para mí que no parecían preocupar demasiado a mi capitán submarino. Lo veía calmado y seguro de lo que había que hacer.
Finalmente, por alguna seña topográfica en la roca había entendido… Nos habían faltado unos 50 o 60 metros para haber recorrido en su totalidad el Farallón.
Lo verdaderamente importante
En medio de la agitación del movimiento del mar, de la emoción de haber salido a la superficie y la temporal decepción de estar a tan pocos metros de haber dado la vuelta completa al Farallón pasaba a estabilizar ese sentimiento perturbador de logro incompleto por la avasallante gratitud por estar ahí, estar a salvo todos y por haber logrado lo que nos propusimos… Desafiar nuestros límites mentales aprovechando nuestras herramientas emocionales, finamente sintonizadas con las capacidades físicas y técnicas de un gran equipo que recordó lo poderoso que puede ser nuestro mundo al apostar por la diversidad, integrando herramientas y opciones que superen todo tipo de condiciones.
La práctica diaria del control de nuestras emociones será determinante para superar cualquier tipo de situaciones
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