“Cuando la meta no se trata de alcanzar una meta sino de disfrutar el camino a ella” GS
Mi pasión por el mar se inició gracias a la vena exploradora de mi padre y al soporte de mi madre.
Desde mis 12 años de edad, mi papá nos inculcó a mis hermanos y a mí, el respeto por el mar a través de la vela deportiva.
Inicialmente un 470 nos sirvió a los tres para aprender a navegar y evitar nuestras primeras caídas.
Nuestro primer intento fue realizado en el Dique de Guataparo en el año 1.982
Mantuvimos esa fabuloso Embalse como sitio de aprendizaje hasta que mejoramos nuestras habilidades y pudimos salir al mar.
La foto fue tomada por mi hermano Santiago desde el agua en 1.984 mientras que mi papá timoneaba y yo proeleaba en el trapecio de nuestra embarcación.
Luego de mi Certificación en “Esqualos“ de Open Water comencé a explorar al mar desde una perspectiva absolutamente inédita para mí hasta ese momento… El Mundo Submarino.
En Saint Marteen con mi francés tan básico, me adentré a explorar un par de sitios de buceo del lado Frances de esta fabulosa isla. En la lancha, unos 6-8 buceadores de diferentes niveles nos reunimos a profundizar en los dos sitios propuestos por la operadora de buceo.
En mi caso, mis limitaciones de la lengua y mi emoción me hicieron confundir el nombre del segundo sitio de buceo de ese día, de algo así como Charcotel a Shark Hotel… Por supuesto, habrían tiburones. Eso si lo entendí claramente en el breifing antes de la inmersión. Manténganse todos juntos para que el tiburón gris del caribe piense que ustedes son un animal mucho más gran que él y no intente acercase. Nunca se aproximaron a nosotros, pude admirar con absoluto respeto y con una relativa calma, la majestuosidad, la elegancia y y la prestancia de estos gigantes del mar.
Todavía con la conmoción y la confusión de las incontables drogas, de los fuertes vasopresores, de los innumerables antibióticos estábamos en la terraza del Hospital Metropolitano del Norte en Valencia, toda mi familia y yo. Mi traqueostomo me impedía hablar con mi timbre de voz habitual. Hoy, tantos años después, poco o nada recuerdo ese día. Sin embargo, puedo sentir la emoción, la conmoción de todos los presentes… Al parecer había sobrevivido. Sin embargo, quedaba el iniciar ese camino lleno de incertidumbre, temores y muchas ganas de vivir. En la toma… Mi hermano Santiago quién fue uno de los pilares en los que pude apuntalar la fortaleza necesaria para poder levantarme a rodar la vida, con plenitud y agradecimiento.
Mi necesidad de movimiento, de descubrimiento y sobre todo de crecimiento. Me llevó a uno de los deportes más populares que se practican en el mundo sobre una silla de ruedas – El tenis – . Nunca lo aprendí a jugar bien mientras caminaba. Ahora me desafiaba a buscar opciones y soluciones a todas y cada unas de nuestras interrogantes. Para ese momento en Venezuela, no existía nadie que practicara el tenis en silla de ruedas. Así que amigos, familia y hasta mis antiguos clientes (en Arquitectura) de DYNAMICS emprendimos ese camino de descubrimiento de herramientas para ir más allá de lo que estábamos seguros que podíamos lograr.
Luego de poco más de un año de absoluta transformación, de enormes miedos, de inmensurable amor y de una fortalecida pasión por la vida. Me encontraba en Bonaire, junto a mi familia regresando al mundo submarino. La verdad es que fue muy fluido y nada conflictivo. Un poco de descontrol en mi equilibrio y flotabilidad bajo el agua, nada grave que pudiese parar esas crecientes ganas de explorar.
Mis hijos, Sofía y Sebastián estaban muy pequeños en el momento de mi accidente, 06 y 02 años respectivamente. Es decir, poco o nada es lo que recuerdan de su padre caminando. Sin embargo, tienen plena conciencia de que existió una vida muy diferente para mí antes de lo que ellos conocen hoy en día. Siempre trabajamos en bloque como familia para adquirir las herramientas mínimas necesarias que me permitieran aprender a vivir desde esta nueva perspectiva. A esta nueva altura que me aproximaba aún mas a ellos. Su naturalidad, su vida y espontaneidad han sido mis motores y mi inspiración para avanzar cada día de mi vida, especialmente cuando tanta fortaleza interna requería, para poder avanzar sin caminar.
Un viernes del año bisiesto 2.008, un 29 de febrero. El día que cambió radicalmente mi vida y la de mi familia.
Regresaba con unos amigos de una fabulosa tarde navegando kitesurf en Cayo Varadero en el Parque Nacional Morrocoy. De hecho, fue el día en el cual logré hacer suavemente y con mucho control un kiteloop con back loop. Una maniobra muy agresiva, donde luego de desafiar la fuerza descomunal del kitesurf, la controlas y luego la disipas en una suave caída. La satisfacción es enorme pero muchísimo más la conmoción cuando poco después de las 7:00pm. Una montaña de asfalto atravesada en el medio de la vía oscura y sin señalización, ponía en jaque prácticamente mate, mi vida. Llevándola a un coma de 21 días seguidos, con resultados nunca antes imaginados.
Poco después de cumplirse el año de mi lesión. Regresábamos al mar… a compartir en familia, a explorar individualmente y en equipo, a confrontar temores y a poco a poco ir descubriendo que…
“No se trataba de recuperar algo, sino de reinventar todo“
Aún con mis heridas todavía frescas y me refiriero a esas cicatrices que son más profundas que una traqueotomía, estaba de vuelta con mi familia en el mar. Por supuesto, no solo para admirarlo sino principalmente para explorarlo. Ahora nos aventurábamos con mi hija Soía a hacer buceo de superficie en las oscuras e intimidantes aguas nocturnas del muelle cercano a donde pernoctábamos en Bonaire.
Un enorme cardumen de pequeños calamares nos despidió antes de que saliéramos a la superficie. Juntos y felices de habernos atrevido a hacer nuestra primera inmersión nocturna de superficie.
Una tarde del mes de febrero, luego de unas cuantas navegadas en Adícora, de bastantes otras en San Juan de los Cayos y unas pocas en Tucacas, mi gran amigo y compañero de aventuras Felice Ferri y yo estábamos decididos a estrenar el Dique de Guataparo para el deporte del Kitesurf. Ambos armamos nuestros equipos. El nivel del agua permitía una gran playa de tierra que facilitaba enormemente nuestra tarea. El fuerte y rafagoso viento del norte llenaba el agua con interminables crestas blancas, que intimidaban nuestra meta… Esa tarde queríamos navegar ambos por primera vez en la historia del Dique en estos nuevos aparatos llamados kitesurf, por algunos y flysurf por otros. Todo listo, la decisión estaba tomada, realmente las cartas ya estaban echadas, pero… Había que decidir quién entraría primero. Reímos, bromeamos y tiramos una moneda (Si, en esa época había monedas en Venezuela) Me tocó a mí, ser el primero en navegar windsurf en el Dique… Lo hice, lo disfrutamos y luego de unas cuantas bordadas, regresé a la orilla para que Felice saliera. Ese día fue…un verdadero GRAN DÍA
El Dique de Guataparo en Valencia se convirtió en el campo de entrenamiento más fabuloso que podíamos tener dentro de la ciudad donde vivíamos, para seguir explorando la forma de interactuar con la energía y la belleza de la naturaleza.
En él navegué por primera vez a vela, esquié por primera vez en esquí náutico, hice interminables horas de maravilloso windsurf, pude tener el privilegio de ser la primera persona en navegarlo en kitesurf. Más adelante, ya con la vida completamente transformada, remé por primera vez en mi vida en kayak y en Canoa.
He podido compartir con innumerables seres que me han ido permitiendo descubrir sus miedos, sus pasiones, sus fortalezas. Mi padre, mis hermanos, mis hijos, innumerables amigos, guerreros de vida en silla de ruedas, con una sola pierna, con descomunales sobre pesos, muchos de ellos sin saber nadar.
Le estoy infinitamente agradecido a ese icono natural del centro del país por siempre permitirme profundizar tanto dentro de mi mismo.