El Dique de Guataparo en Valencia se convirtió en el campo de entrenamiento más fabuloso que podíamos tener dentro de la ciudad donde vivíamos, para seguir explorando la forma de interactuar con la energía y la belleza de la naturaleza.

En él navegué por primera vez a vela, esquié por primera vez en esquí náutico, hice interminables horas de maravilloso windsurf, pude tener el privilegio de ser la primera persona en navegarlo en kitesurf. Más adelante, ya con la vida completamente transformada, remé por primera vez en mi vida en kayak y en Canoa.

He podido compartir con innumerables seres que me han ido permitiendo descubrir sus miedos, sus pasiones, sus fortalezas. Mi padre, mis hermanos, mis hijos, innumerables amigos, guerreros de vida en silla de ruedas, con una sola pierna, con descomunales sobre pesos, muchos de ellos sin saber nadar.

Le estoy infinitamente agradecido a ese icono natural del centro del país por siempre permitirme profundizar tanto dentro de mi mismo.

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